Historia del Imperio Romano: origen, esplendor y decadencia

Historia del Imperio Romano

El Imperio Romano supuso un antes y un después en la historia del hombre, de su civilización y del modo en que se conformarían posteriores imperios y países, de manera que debemos conocer su historia, y para ello nos basaremos en algunos aspectos clave como su origen, qué países lo integraron, cómo se desarrolló, los pueblos que le hicieron frente y por supuesto las razones de su caída.

Julio César

El origen del Imperio Romano – Cuándo y cómo surge

En el año 753 a. C., los hermanos Rómulo y Remo fundaron una ciudad conocida como Roma, y aunque en un principio se trataba de una ciudad pequeña y centrada en los márgenes del río Tiber, poco a poco se fue expandiendo hasta llegar a convertirse en lo que se conocía como la ciudad más desarrollada y avanzada de todo el planeta.

En los siguientes siglos, se sucederían una monarquía y una república, fundándose en esta segunda lo que se conoce como las bases del Derecho Romano, y siendo un periodo caracterizado por el gobierno de Julio César, que posteriormente dio lugar a la época del Imperio Romano que empezó a partir del 27 a. C. de la mano del emperador Augusto, hijo adoptado por Julio César que alcanzó el poder al vengarse del asesinato de su padre, comenzando su mandato en este mismo año, el cual se prolongaría hasta el año 14 d. C., lo que lo convirtió en el reinado más largo de toda la historia del Imperio Romano.

Tras su muerte, serían sus herederos los que se harían con el poder, pero su egoísmo y escasas capacidades de liderazgo, hizo que pronto se produjesen enfrentamientos que dieron lugar a un cambio necesario y que traería los años dorados del imperio.

¿Qué fue el Imperio Romano?

El Imperio Romano comienza en el año 27 a. C. tras el asesinato de Julio César y posterior recuperación del poder por parte de su hijo Augusto, durando hasta el año 476 d. C. que fue cuando se desmoronó el Imperio Romano de Occidente.

La autocracia era el eje del Imperio Romano, ya que a lo largo de toda su existencia, se caracterizaba por atribuir todo el poder político a los emperadores.

Estos mandatarios ostentaban absolutamente todos los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), teniendo la capacidad de tomar cualquier decisión en base a sus opiniones y creencias.

Si bien es cierto que existía un Senado, en realidad su figura se centraba fundamentalmente en apoyar el poder del emperador, por lo que en buena medida dependía de este último.

No obstante, el propio Senado fue una figura muy representativa durante determinados gobiernos, teniendo un papel esencial que se utilizó tanto de forma positiva como negativa para el pueblo y el propio imperio.

Durante esta época, Roma consiguió extender sus fronteras hasta llegar a alcanzar 6.500.000 km² en el año 117 d. C., su momento de mayor expansión, conquistando países y extendiendo su cultura a través de lo que se conocía como romanización.

Sin embargo, a lo largo de su historia y hasta su desaparición en el año 476 d. C., el imperio fue experimentando grandes cambios que lo llevaron a crear una herencia que todavía hoy perdura en nuestra civilización.

Países que abarcó el Imperio Romano

Extensión del Imperio Romano

Fue en el año 117 d. C. cuando el Imperio Romano alcanzó su máxima extensión, ocupando los siguientes territorios: Achaia, Aegyptus, Aquitania, Arabia Petraea, Armenia, Assyria, Baetica, Belgica, Britannia, Brithynia et Pontus, Cappadocia, Cilicia, Corsica, Cyprus, Cyrenaica, Dacia, Dalmatia, Epirus, Galatia ,Germania Superior, Italia, Judea, Lugdunensis, Lusitania, Macedonia, Mauretania, Mesopotamia, Moesia, Narbonensis, Noricum, Pannonia, Raetia, Sardinia, Sicilia, Syria, Tarraconensis, Thracia

A lo largo de estos territorios, se podían observar dos tipos de provincias que eran las provincias senatoriales, las cuales se encontraban a manos del Senado, y las provincias imperiales, que eran las que estaban controladas directamente por el emperador.

En tercer lugar, se encontraba lo que se denominaba como estados satélites, los cuales formaban parte del Imperio Romano aunque presentaban una mayor independencia con respecto al emperador y al Senado.

En cuanto a los territorios conquistados, sus equivalentes en países en la actualidad serían los siguientes: Albania, Alemania, Andorra, Arabia, Saudita, Argelia, Armenia, Austria, Azerbaiyán, Bélgica, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, Chipre, Croacia, Egipto, Eslovenia, España, Francia, Georgia, Grecia, Hungría, Irak, Irán, Israel, Italia, Jordania, Líbano, Libia, Luxembrugo, Macedonia, Marruecos, Mónaco, Montenegro, Países Bajos, Palestina, Portugal, Reino Unido, Rumanía, Rusia, San Marino, Serbia, Siria, Suiza, Túnez, Turquía, Ucrania

De todos estos países, la mayoría fueron conquistados tan sólo de forma parcial, mientras que otros cayeron por completo en manos del Imperio Romano.

Además, con el paso del tiempo, las zonas fueron sufriendo modificaciones, uniendo o separando pueblos al Imperio Romano, o creando la posterior división entre la zona de oriente y occidente.

Cabe destacar que el núcleo del imperio romano siempre estuvo ubicado en la zona del mar Mediterráneo, incluyendo todos los países que lo abarcaban en los momentos en los que pasaban a pertenecer al imperio.

Este mar era denominado “mare nostrum”, que traducido significaría “nuestro mar”, y siempre se buscó mantener el lugar como eje, y una de las principales razones de esto era la buena comunicación que permitía el acceso a los principales países que formaron parte del imperio, mejorando así su protección y facilitando el comercio, muy especialmente el de alimentos como el grano que se traía directamente desde los territorios pertenecientes al Imperio Romano en África.

Resumen de la historia del Imperio Romano

Durante los últimos años de la República y tras las guerras y enfrentamientos que estaban desgastando a la República, Julio Cesar decidió erigirse a sí mismo como máximo representante de Roma a perpetuidad, siendo de esta forma el máximo mandatario, atribuyéndose el nombramiento de Dictator perpetuus y evitando así perder el poder.

Sin embargo, esto no gusto a los miembros más conservadores del Senado romano, los cuales gestaron una conspiración que daría lugar a su asesinato posterior, en un vano intento de restaurar la República.

El hijo adoptivo de Julio César, Octavio Augusto, decidió vengarse de la muerte de su padrastro, de manera que acabó con la vida de los asesinos de Julio César, recuperando así el poder.

Posteriormente se enfrentó a Marco Antonio que había aprovechado la debilidad del momento para unirse a Cleopatra VII de Egipto, con el único objetivo de conquistar Roma.

Este segundo enfrentamiento acabó con la victoria de Augusto, el cual se proclamó como el primer emperador de Roma no sólo evitar su conquista, sino también por haber conseguido convertir Egipto en una provincia romana.

Este fue el origen de la civilización grecorromana, ya que aunque la República había llegado a su fin, Augusto seguía manteniendo sus formas pero con cambios políticos y culturales que se mantendrían vigentes a lo largo de prácticamente todo el Imperio Romano.

Desde el año 27 a.C. y hasta el 14 d.C., el poder estuvo en manos de Augusto, pasando posteriormente a sus descendientes Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, que ostentaron sus correspondientes puestos de emperador hasta el año 68 d.C. en lo que se conoce como la dinastía Julio-Claudia.

Tras la muerte de Augusto y en el momento en el que el poder cayó en manos de los cuatro descendientes, comenzó una espiral negativa por sus escasas dotes de mando y su carácter despótico y lleno de excesos.

Finalmente, con el suicidio de Nerón, esta dinastía dejó paso a la que se conocería posteriormente como dinastía Flavia, que comenzaría en el año 69 d. C. y duraría hasta el año 96 de nuestra era.

Durante este periodo, se reforzó la idea de que los sistemas dinásticos hereditarios no era la mejor alternativa, ya que avocaba al fracaso, mientras que en este nuevo periodo se estaban observando grandes cambios que se veían reflejados tanto en el ámbito de la construcción como en relación con la gestión de la administración.

Debido a las guerras recientes, una de las prioridades fue la de proteger las fronteras del imperio, para lo cual se otorgaron derechos de ciudadanía romana a los habitantes de las provincias que ya se encontraban dentro del territorio, estableciendo a su vez campamentos militares para evitar las invasiones.

Esto dio paso a la dinastía Antonina, la cual duró desde el año 96 hasta el año 192, en la que ostentaron el poder NervaTrajanoAdrianoAntonino PíoMarco Aurelio y finalmente Cómodo, siendo conocidos los primeros como “Cinco Buenos Emperadores” gracias al cambio positivo del imperio.

Este fue uno de los periodos más florecientes de la historia del Imperio Romano, observando un desarrollo cultural y social positivo que garantizaría un periodo de más de 80 años de paz y estabilidad que finalizaría con nuevas guerras y enfrentamientos cuando el poder pasó a las manos de Cómodo.

La dinastía Severa daría comienzo en el año 193, y finalizaría en el 235, cuando se gestó la primera crisis que daría punto y final al Alto Imperio Romano.

Durante esta etapa, se sucedieron seis emperadores, siendo el primero de ellos Septimio Severo, el cual gobernó hasta el año 211 y se caracterizó por traer de nuevo la paz tras el período de Cómodo.

marco aurelio

Luchó contra la corrupción e incluso en sus últimos años tuvo que enfrentarse a los bárbaros que querían acabar con el Imperio Romano.

Posteriormente llegaría Caracalla, hijo de Severo y que fue nombrado César en el año 198, comenzando sus actividades como coemperador.

Tras la muerte de Severo, pasó a gobernar Geta, que era el hermano menor de Caracalla, comenzando las disputas entre ambos.

Finalmente, estos enfrentamientos se saldaron con la muerte de Geta a manos de Caracalla en el 211, mientras que tiempo después, en el año 217, Caracalla fue asesinado a través de una conspiración dentro de su propio ejército.

Fue entonces cuando comenzó un nuevo periodo con el emperador Marco Opelio Macrino, nacido en el año 164 y que gobernó durante tan sólo un año tras la muerte de Caracalla.

Esto se debió a que, una vez que consiguió llevar a buen término el acuerdo de paz con los persas, Macrino se negó a pagar la recompensa y al dar los privilegios que Caracalla había prometido a sus tropas.

A raíz de esto, se comenzaron a organizar las primeras rebeliones que pronto acabarían con la huida a Calcedonia de Macrino, que poco después fue traicionado y asesinado, pasando a ocupar el puesto de emperador Marco Opelio Diadumeniano, el hijo de Macrino, que pronto moriría también.

En el año 218 entró a gobernar Vario Avito Basiano, que sería un emperador conocido popularmente como Heliogábalo.

Su gobierno se caracterizó sobre todo por su comportamiento excéntrico y sus tendencias transexuales, lo que hizo que Julia Maesa y Julia Soemia, su abuela y madre respectivamente, lo empujasen a dejar el cargo a Alejandro Severo, el que era su primo.

Aceptando la decisión, Heliogábalo decidió adoptarlo a mediados del año 221 y nombró como sucesor a Alejandro Severo.

En el año 222, Heliogábalo fue asesinado, y tan sólo dos días después, Alejandro, con tan sólo 13 años, fue proclamado César, siendo la madre y la abuela las que realmente estaban gobernando en las sombras.

En el año 234, la amenaza germana comenzaba a atacar al Imperio Romano, situación en la que Alejandro decidió ofrecer regalos a sus enemigos, lo cual fue mal visto por sus propios soldados dando lugar a un motín en uno de los campamentos en los que se encontraban Alejandro y su madre.

Ambos fueron asesinados dando lugar al final de esta dinastía y comenzando la crisis del Imperio Romano del siglo III.

A partir del año 235, comenzaría la crisis que daría final al Alto Imperio Romano y comenzaría el periodo del Bajo Imperio Romano.

Durante 49 años, se irían produciendo enfrentamientos y separaciones de diferentes partes del imperio por el enfrentamiento que comenzó entre los generales, lo cual desembocó en un fraccionamiento del Imperio Romano en tres partes durante el gobierno de Claudio II.

Por una parte estaba el Imperio Galo, por otra el Imperio Romano y una tercera con el Imperio de Palmira.

Esto motivó nuevas subdivisiones internas, debilitando el poder del Imperio Romano, pero a partir de la batalla de Naissus que se produjo en el año 268, las tornas comenzaron a cambiar, hasta que en el año 274 el imperio recuperó todos sus territorios perdidos de la mano de Aurelio.

Pese a vencer a los visigodos, palmirenos y vándalos, el imperio se encontraba sumido en una profunda crisis, pero habría una cierta prosperidad hasta que en el año 284 entró Diocleciano al poder.

En este momento comenzaría el Bajo Imperio Romano, que fue el principio de la desaparición del imperio que se produjo fundamentalmente debido a la mala administración que había comenzado con la llegada de la dinastía Severa y se seguía manteniendo hasta la fecha.

Muchos fueron los intentos de levantar de nuevo el imperio, pero la caída había empezado y cada vez sería más acentuada, dando lugar a la finalización del Bajo Imperio Romano en el año 395, lo cual desembocó en la crisis definitiva que acabaría con el Imperio Romano de Occidente en el año 476.

¿Qué pueblos derrotaron al Imperio Romano?

barbaro

El pueblo más representativo en la derrota del Imperio Romano de Occidente fue el pueblo bárbaro, el cual, en el año 476, consiguió colocar como emperador a Odoacro, en sustitución de Augusto.

Esto permitió a los bárbaros hacerse con el gobierno de Roma, motivados por la especial debilidad de Augusto que había sido motivada por la fragmentación que se había estado produciendo en los últimos años en el imperio, lo cual implicaba que había varios hombres con poder que actuarían en su beneficio propio.

Causas de la caída del Imperio

Los constantes asesinatos para suceder a los emperadores que comenzaron en el periodo de la dinastía Severa, fueron responsables de la crisis en la que entró el Imperio Romano hasta el año 284.

Se trataba de una crisis política que además, alimentada por la crisis económica, dieron lugar a la pérdida de confianza y a una elevada inflación acompañada de la caída del comercio, la pérdida de esclavos y la decadencia de las ciudades.

Tanto la agricultura como la industria estaban de capa caída, lo cual agravó aún más la situación.

En vista de esto, los enemigos del Imperio Romano decidieron aprovechar la situación para recuperar los territorios perdidos, comenzando por la invasión bárbara que, poco a poco, se fue infiltrando en el imperio dando lugar a guerras que rompieron gran parte de las fronteras del Imperio Romano.

Al no disponer de dinero, ejército y una política estable, el debilitamiento acentuaba su efecto negativo sobre los ciudadanos e incluso también en los soldados, hecho que facilitó las cosas a los ejércitos enemigos que pronto acabarían con el Imperio Romano de occidente en el año 476, lo que abriría el comienzo de una nueva época conocida como la Edad Media, mientras que el Imperio Romano de Oriente seguiría permaneciendo en pie hasta el año 1453 que sería cuando caería el Imperio Bizantino.

Separación del Imperio de Oriente y el Imperio de Occidente

La separación del Imperio Romano de Oriente y el Imperio Romano de Occidente tuvo lugar tras la muerte de Teodosio I en el año 395.

Lo que ocurrió entonces fue que sus hijos Honorio y Arcadio heredaron el imperio y se erigieron emperadores, repartiéndoselo en dos zonas bien diferenciadas, de manera que el poder del Imperio Romano ya nunca volvería a estar bajo un solo hombre.

Poco después, en el año 476, el Imperio Romano de Occidente acabaría desapareciendo de forma definitiva, mientras que el imperio Romano de Oriente todavía permanecería en pie hasta el año 1453.

Influencia del cristianismo en el Imperio Romano

Fue en el año 330, durante el gobierno de Constantino I, que el cristianismo pasó a ser tolerado como una religión aceptada dentro del Imperio Romano.

A partir de entonces fue adquiriendo cada vez más representatividad, hasta el punto que llegó a crear zonas diferenciadas entre los paganos y los cristianos no ortodoxos, dando lugar al empobrecimiento de algunas de ellas por la pérdida de inversiones económicas tanto de magnates como de la propia Roma.

Poco a poco, la religión iría adquiriendo mayor representatividad, de manera que los dioses romanos fueron quedando relegados a favor de un único dios cristiano, lo cual acentuaba las diferencias ya no sólo económicas, sino también culturales entre las distintas provincias y zonas.

Este proceso se llevó a cabo de forma rápida y muy fácil, lo cual desembocó en un aumento de la riqueza de la Iglesia, que pronto se centraría en su expansión y en la difusión de sus creencias.

Esta situación poco a poco fue creando nuevos enfrentamientos y enemistades entre los paganos y los cristianos no ortodoxos, los cuales, fueron acentuando sus diferencias en especial conforme el Imperio de Occidente iba decayendo.

Entre ambas partes, era habitual el cruce de acusaciones, además de que se realizaron diversos escritos en los que una parte acusaba a la otra de ser los responsables de esta decadencia, inspirados en la negación de los dioses y en el consiguiente abandono de estos al pueblo, que sería lo que habría decantado la destrucción y desaparición del Imperio Romano.

Religión en el Imperio Romano

Siendo la religión uno de los aspectos que más influían en la vida diaria de los ciudadanos del mundo antiguo, esto también cobra mucha fuerza en el ámbito del Imperio Romano. Inicialmente, los romanos adoptaron una religión politeísta, basada fundamentalmente en el conjunto de Dioses en los que creían los griegos, pero cambiando sus nombres. Más adelante, esa religión politeísta perdió fuerza, ya que el cristianismo comenzaba a expandirse. Tal fue esta expansión, que llegó un momento en el que el cristianismo fue declarado como la religión oficial del Imperio.

Arquitectura en el Imperio Romano

Los romanos se caracterizaban por ser un pueblo donde había unos muy hábiles arquitectos. Eran capaces de construir caminos, puentes, acueductos y magníficos edificios como el coliseo, templos, teatros y anfiteatros, foros, termas, etc. Además, hay que tener en cuenta su enorme mérito teniendo en cuenta los métodos tecnológicos tan precarios que existían en aquella época.

Los monumentos más emblemáticos

Sociedad de la Antigua Roma

La sociedad de la Antigua Roma se estructuraba en un grupo dominante como eran los patricios que gozaban de amplios privilegios y derechos en todos los ámbitos. Por su parte, los plebeyos constituían la mayor parte de la población, quien no gozaba de muchos de los privilegios que tenían los patricios.

Los esclavos eran la clase social más baja y no tenían derechos. Solían pertenecer, sobre todo, a habitantes de territorios conquistados y también personas como delincuentes. Cabe destacar que existía un grupo social, los libertos, que se trataba de una clase de esclavos que habían sido liberados.

Lengua del Imperio

El latín era la lengua predominante en el Imperio Romano, el pilar fundamental de las lenguas romances que conocemos actualmente. Hoy en día se considera una lengua muerta, pero cabe destacar que hasta hace no tanto tiempo era el idioma a utilizar en el entorno eclesiástico. La principal razón por la que el latín dio paso a las lenguas romances fue debido a la convivencia de los pueblos germánicos conquistadores, que tenían sus propias lenguas, con los antiguos ciudadanos romanos que hablaban en latín.